lunes, noviembre 17, 2014

EL FUEGO, LA COCINA, LOS MAESTROS Y LAS DESPEDIDAS




"HELENA UKUSA, transmutadora de materia, tú, que una vez cabalgaste al cangrejo 
cósmico en otra dimensión del pluriverso, ahora no sabes ni siquiera distinguir
 a los que te rodean.No comprendes que la apariencia humana es engañosa. 
Tres son las categorías de bípedos 
parlantes tricerebrados que habitan este planeta para amnésicos: 
a) los que ascienden, b) los caídos, y c) los enviados..."



1.- Varias veces he contado de mis inicios en la cocina, siempre he comentado que fue un hecho fortuito, pero hoy día puedo decir que eso de fortuito es sólo para quienes creen en las casualidades. De alguna forma se está buscando y se encuentra, se hacen las preguntas adecuadas, se mantienen las preguntas con el suficiente ahínco, con perseverancia y las respuestas son dadas, de una u otra forma todas las respuestas son dadas. "El Señor trabaja de maneras misteriosas" así dicen. Bien me enseñaron que en el camino se debe estar atento a las señales, la diferencia entre un vidente y una persona común es que el vidente está despierto, atento, a las señales que le indican el camino o el futuro o lo que sea que visualice. Hoy ya no creo en los hechos fortuitos, todo pasa por una razón.

2.- Antes de ser cocinero fui actor de teatro, más que actor gente de teatro, así como la gente de mar, la gente de teatro son más que personas dedicadas a hacer teatro, es más como una manera de vivir. Así, yo respiraba por y para las tablas. Hice todos los trabajos que se pueden hacer, desde actor, asistente de dirección, de producción, carpintero, luminotécnico, sonidista, malabarista, como dije todo lo que se puede hacer allí. Lo extraño es que el teatro vino a mí -aunque no lo crean así fue- vino a mí para responder ciertas interrogantes que me planteaba. La arrogancia de la edad, la ignorancia, de la que dicen que es atrevida, me hizo plantearme preguntas quizá muy grandes para mi escasa edad y mis pocos estudios. Pero como ya dije, el que mantiene las preguntas encuentra la respuestas, el teatro, vino a mí a responderme preguntas planteadas y preguntas que surgieron después e incluso preguntas que aún no han surgido. Así, que el teatro fue una escuela para mí, y esa Directora, fue una maestra en mi vida y guió mi camino. (Gracias)    

3.- Luego vino la cocina, que como me dijo un sábado el sifú en el parque de los poetas, la cocina es el Kung Fu. Llegó la cocina como una escuela práctica, pero silente, con los muchos maestros que me trajo, que fueron desde chefs afamados, cocineros obscuros, ayudantes, steward, incluso Álvaro me enseñó, ese señor al que todos despreciaban por poco seso, me enseñó una tarde de sábado el secreto de desespinar las truchas usando sólo las yemas de los dedos. De todos aprendí, aún de los malos compañeros, de los terribles jefes, aún de los que creí no aprender en un momento dado a la larga terminé aprendiendo. Pero para aprender hay que ser humilde, y de humildad no iba repleta mi marusa. De muchas formas la cocina me dio humildad, frente a mi soberbia de joven, la cocina fue una escuela severa, la cocina me dio la humildad necesaria para aprender. La cocina también, me hizo ver que el mundo es infinito, más grande de lo que uno a sus veinte años imagina. Que el conocimiento no tiene fin y que incluso los pequeños detalles te hacen maestro en pequeños oficios. Entre los fuego adiviné que la cocina es un oficio sagrado, más emparentado con la magia que con la administración hotelera. La cocina es una escuela profunda y absolutamente sagrada. (Gracias a la cocina y a los muchos maestros que aún tengo en ella)

4.- Un martes conocí a el Viejo Briceño, todos le llamaban Viejo. Todos mis compañeros tenían idea de quién era ese señor barbudo y con pipa. Yo en mi atontamiento adolescente sólo sabía que la Directora me levaba obligado a unas clases de griego a las que no tenía idea de qué servirían. Llegamos a una clase llena de gente rara, jóvenes dedicados a estudiar lenguas muertas y a rendirle   homenaje a la dignidad del hombre, a lo hermoso de lo humano, a lo bello creado por el hombre. Belleza que había por cierto, en mayor cantidad de lo que mi mente infantil podía imaginar. No les mentiré diciendo que el griego me conmovió de entrada, pero la mirada severa del maestro en la cabecera de la mesa, ocasionó una conmoción telúrica en mi ser. Sólo que no era yo un vidente, no estaba despierto ni atento a las pequeñas señales. Ese primer encuentro y los subsiguientes no fueron fundamentales en mi relación con él, pero fue un acercamiento tímido, arisco, como quien no quiere la cosa, fue un acercamiento importante. (Gracias Directora por llevarme a esa mesa, gracias Viejo por recibirme en ella)

5.-Entre las tablas y la cocina, me quedé con la cocina, ahí cobraba sueldo y la edad comienza a hacerlo a uno ser más y más mundano, y el mundo pide su alquiler, su cuota de dinero para hacerte alguien, para pagar una excusa de por qué ocupar un espacio en la sociedad. Cruel pero cierto. Mi relación con la Directora, tuvo altibajos, les cuento que volví al teatro y  me fui del teatro en tantas ocasiones, que ya ni puedo enumerarlas. Uno se apega mucho a lo que ama. Yo amé al teatro con todo mi ser, y por ende a esa maestra que me dio tanto y que cuando sintió que no pudo más con mi alma confusa y replicadora, me guió hasta esa mesa en Los Caciques. La cocina es un laboratorio de alquimia y un escenario de teatro.

La cocina ha sido mi cordura en la difícil tarea que se me encomendó de mantener el equilibrio entre lo espiritual y lo material. La cocina no me ha dejado alejarme completamente de lo esencial, pero por sus horarios y exigencias no me dejó tampoco sumergirme en las profundidades de los estudios, tal como aquellos extraños jóvenes que conocí en  diversas épocas en ese edificio frente a la Sierra Nevada. (El mundo está lleno de hechos cíclicos, quizá los diversos jóvenes que ví en diversas épocas, son los mismos jóvenes que vivieron y vivirán en otros tiempos y otros espacios)

6.- Alguna vez pasé de ser alumno de la Directora a alumno de El Viejo, por un acto formal, hecho que ocurrió una madrugada de sábado, en el mismo parque donde aprendí a jugar baseball y hacer un nudo rizo plano. Fue una ceremonia en medio de una batalla, fue testigo mi hermano Edu, el Viejo estuvo atento y amoroso. La Directora y yo, estábamos mas dolidos que arrechos. La transferencia fue completada. Desde ese día me acerqué más a esa mesa y a esa casa enclavada medio de un bosquete mágico. Cocinamos, leímos, recitamos, vimos prodigios, en esa sala, en esa jardín, en medio de un fuego de San Juan. Vimos la noche eterna, sentimos la belleza inmortal del hombre, la llama fue transmitida de su pecho al mío. Fueron múltiples chispas las que prendieron mi fuego, lo que produjeron no fue más que un pequeño fuego. Me alegra que lo que prendieran esas chispas no fuera incendio, pues se habría consumido rápido y habría arrasado todo mi casa. Es un pequeño fuego, pero aún arde. (Gracias Viejo, acá cuido ese fuego)

7.- Alguna vez me aleje de esa mesa, y de todo. Me sumergí en la cocina, en sus sagrados fuegos, pero sin conciencia. Quizá me olvidé, hoy no sabría decirlo. Un martes, -ese día de guerra creo que nos marcó los encuentros- un martes al mediodía fue el Viejo con mi amiga Virginia a buscarme, estaba en un restaurante donde dormía. Me llamó a la sala, sentados en la mesa siete me esperaban, me sorprendió su mirada severa. Hablamos poco, me regaño amorosamente, me exigió que volviera a los seminarios, que mi voz le hacía falta para las lecturas. Aún cuando yo sabía que mi voz no era para nada importante, que nadie me extrañaba esos viernes, él me dijo eso y yo le creí. Otra vez un movimiento telúrico de gran magnitud se sintió en todo mi ser, pero esa vez sí estaba atento. Quizá la atención necesario para no quemarse en la cocina me ayudó. Vino a buscarme porque estaba descarriado,-así me dijo- también me dijo que tenía más fe en mí de la que yo mismo me tenía, y que era valioso para su corazón. Volví a su mesa, como hijo pródigo. (Gracias Viejo por buscarme, por rescatarme,por tener fe en mí)

8.- Esa mesa de la que tanto se habla estos días, en realidad no es una mesa, es un aparato antiguo de una tecnología desconocida que trasmutaba lo espeso en sutil. Una refinada criba, una nave de transporte interdimensional, un puente a otros estados de la conciencia. -Que bien se deben sentir sus detractores especulando con estas palabras- esa mesa ha sido por un espacio fuera del tiempo, un secreto sutilizador de materia. En esa mesa, por medio de un conocimiento concienzudo de las capacidades del ser humano, el Viejo descorrió el velo de Maya y nos mostró la enorme belleza del pluriverso, la hermosura que a pesar de sí mismo alberga el hombre en su alma. En esa nave han viajado, jóvenes extraños de diversas épocas, en esa nave siguen viajando. (Gracias a esa mesa poderosa, a esa nave intergaláctica)

9.- Contaba él mismo, que su primera vocación fue la cocina. Que entraba a la cocina de su casa y curioseaba, quería descifrar los misterios del fuego. Su mamá lo sacó de allí con regaños, la cocina no era para los hombres, pues los hombres debían montar a caballo, beber aguardiente, escupir chimó y una que otra vez pelear con 
machete... Maney no aprendió cocina con su mamá, pero guiso platos especiales en sus libros, sirvió manjares en esa mesa intergaláctica, aderezó los cuentos con delicadeza, fue un gran cocinero, fue un verdadero chef de la belleza. También fue, un gran comelón... comparto con él el amor por el cochino, criatura tan divina, celestial, deliciosa y generosa. Lechón asado, costillas horneadas, cochino frito, marrano, marrajo, cerdo, cochinito, chancho, puerco, delicia, jugoso, maravilloso. Que rico es comer contigo, da gusto verte comer... el anfitrión debe mostrar siempre otra botella de vino para que el invitado no se sienta cohibido a servirse otra copa... pinchos de cordero, nísperos maduros, picadillo llanero, crema de auyama, lomito, couscous, pan campesino, cambur manzano, vino italiano, güisqui mayor de edad, y mucho café en pocillo de peltre...  (Gracias por los ágapes querido Viejo)

10.- El viernes sigue siendo mi día preferido, no porque sea el fin de semana y no se trabaje, recuerden que los cocineros trabajamos más los fines de semana. Amo los viernes por los recuerdos que del seminario tengo. Madrugaba para pasear con él y un pequeño grupo,  por los parques, o circunnavegar la laguna. En la tarde caminaba con calma a los Caciques, disfrutaba la ciudad, olía su vida, era la sangre que circulaba por sus arterias. Iba al encuentro de mi maestro, iba a honrar al ser humano, a la belleza, al mundo. Iba a degustar la palabra, una cata a ciegas de letras. Una cata consciente del mundo. Su tono bajito y familiar, sus chistes llenos de profundidades, su histrionismo. Los viernes disfrutábamos de la vida. Fue un viernes cuando volé a la montaña de Prometeo, fue un viernes cuando vi a Sancho y al Quijote andar, fue un viernes cuando Lear lloró, fue un viernes de sonetos de Shakespeare, fue un viernes cuando las mujeres de Troya mostraron su valía, fue un viernes de música, fue un viernes de Baudelaire... fue un viernes que desde la torres de Córdoba te estaba mirando... un viernes decidiste transitar otros estados. 
(Aún amo los viernes...Gracias por los viernes)

11.- He visto que me han pedido algunas anécdotas acerca de mi querido Viejo. No es mucho lo que puedo decir, las experiencias más fundamentales, las más mágicas, las más intensas, las más profundas, si las cuento, estoy seguro que quienes lo lean se reirán, y dirán, que son pendejadas, que son exageraciones de Antonio para hacerse el discípulo. Lo que cuenta son tonterías, dirán; son cosas cotidianas. Tu me enseñaste a estar atento a las pequeñas señales, ví la danza de los árboles al ritmo de la música de las esferas, divisé tu mirada severa entre las plumas de una arpía en medio del caos. Me comuniqué contigo por medio de los pistilos de una flor de Cayena, vi tus señales en medio de las ondas del agua en una fuente antigua. Aún te oigo maestro. Me enseñaste  a ver en mí mismo ese ínfima parte de divinidad que tenemos y a creer en ella. Me enseñaste a estar atento -aún lo intento-, creíste en mí, me enseñaste la grandeza de la humanidad, reímos juntos, aún te espero entre mis sueños. Aún oigo tu voz que me susurra desde la llama que dejaste encendida en mí. (Gracias querido maestro... fuiste absolutamente generoso conmigo. Gracias eternas. Buen viaje. Nos veremos de nuevo. 

12. Estoy en medio del laberinto 
que me enseñaste a reconocer.
Estoy en mí mismo.
Estoy en el laberinto que me enseñaste a amar, 
tengo la brújula que me obsequiaste. 
Estoy aquí.
Soy el que Soy. 
Soy uno contigo,
Soy muchos,
Soy todos,
Soy nada.
Soy.
YO.