miércoles, octubre 10, 2012

MI CORDILLERA YA NO ME COBIJA

Mi papa que me enseño el amor por el país y por el campo


Volví a Mérida después de mucho tiempo y la ciudad sigue siendo la misma, pero no me siento igual en ella, quizá he cambiado. Los lugares comunes son los mismos pero no me siento igual, ahora pienso que no tengo ciudad, pues Caracas que me ha acogido no me termina de hacer caraqueño, y Mérida ahora me mira con indiferencia... Las ciudades te olvidan, es un hecho. 

Ahora mismo con un bue gin tonic hecho con Bombay y mirando la Sierra Nevada puerto de ese mar imaginario, de ese cielo hermoso andino, me doy cuenta que uno se va desarraigando de la ciudad y arraigandose al país como una completitud. Yo no dejo de ser merideño pero no me siento perteneciente a esta ciudad, ni a la otra, es un limbo extraño, y misterioso.

Luego del trago iré a la cocina a preparar esas habitas tiernas que encontre en el Soto Rosa, frescas, directo de Pinango. Las preparare con un poco de hierba buena, cilantro, cebollin y un poco de ajo fresco. Quiza con un plato confortable se reponga mi alma, y las raíces se ensanchen hasta el valle de Caracas.

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