martes, septiembre 25, 2012
ESTELLA, ENDRINAS, CALOR DE HOGAR Y LA MEJOR BOLA DE PIMIENTO DEL MUNDO
Hace poco estuve por Estella en Navarra, un pueblo hermoso al norte de España. Viajé con mi amigo Luis pues, su hermana vive allí y me colíe en la visita. Nos fuimos de Barcelona a Zaragoza en un tren que voló y allí nos buscó Guillermo el cuñado de mi amigo y nos fuimos en carro hasta Estella. Entre la autovía y unos paisajes que se hacían cada vez más hermosos, Guillermo y yo nos hicimos amigos, él hablando de la guerra civil, yo haciendo preguntas sobre todo.
Resultó, por esas cosas de la vida; que Estella estaba en medio del camino de Santiago, y de repente sin querer me encontré en la Vía Láctea, en un tramo hermoso que me ofrecía, con palabra de honor; la promesa de volver y hacer el camino a Santiago la próxima vez. Un pueblo medieval y apacible, lleno de peregrinos, la mitad moderna quizá Estella y la mitad medieval Lizarra, ¿Tal vez era al contrario?. En un meandro del río Ega, como en medio de un cuento de hadas. Una ciudad extraña y atractiva, con una energía que fluye poderosa pero en calma como el río que la atraviesa.
Allí conocí a la hermana de Luis la encantadora Gabriela, quien me hizo sentir mejor que en casa. Ella y Guillermo se desvivieron en atenciones con nosotros de verdad pasamos unos días preciosos con ellos. Nunca podré borrar de mi memoria la visita al mercado del pueblo, me sentí en un cuento de Anatole France, entre verduleros y agricultores en medio de las murallas de un castillo. En ese mercado compramos espárragos orgánicos, arvejas frescas, exquisitas naranjas y un par de lubinas a un pescadero que había vivido la mitad de su vida en Venezuela.
En casa de Guille, Gaby y María Gabriela, Luis y yo dimos buena cuenta de la buena comida y especialmente de su pierna de jamón, regado todo con Amstel, su cerveza preferida y luego del mejor patxarán que jamás he probado, lo hacía una amiga del trabajo, que le interesaban los licores y que recolectaba las endrinas ella misma. Ese elixir nos hizo ser felices como lombrices (diría Gaby) y darnos cuenta de las personas maravillosas que uno puede conocer en los viajes. Una familia hermosa y unida nos brindó amistad y calor de hogar en medio de la Europa, famosa por su frialdad y sus inviernos.
Luego de tomarnos todo su licor, y comernos su jamón, nos fuimos a conocer Pamplona, esperando el autobús y a la hora de vermuth (que hora maravillosa esa...) Gaby nos convido de la mejor bola de pimiento del mundo en el bar la estación... Aún espero que ella me de la receta. Mientras tanto sueño con las delicias que allí probamos y con volver a comer rico y en familia en la Vía Láctea, en medio del camino de Santiago, y degustar de nuevo ese patxarán maravilloso que tiene el sabor a hogar lejos del hogar.
Hoy en día, ese hogar hermoso que nos acogió ha crecido, pues llegó un nuevo miembro de la familia, la hermosa Sara... Bendiciones y cariños desde acá... con todo el calor de hogar del que soy capaz de enviar.
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1 comentario:
Gracias amigo. Aquí tienes una posada aderezada con todo el cariño que te mereces, -que es mucho-. Nada más gratificante que compartir momentos maravillosos que nos hacen atesorar hermosos recuerdos, y si la sensación es compartida, objetivo alcanzado con creces. Este año hemos hecho nuestro propio pacharan, así que estas invitado a la cata que será en unos 6 meses aprox.
Un abrazo y recuerdos de Guillermo, Gaby, Ma Gabriela y Sara.
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