lunes, septiembre 08, 2008

LA ACEMA, MI ABUELA Y LOS MADEROS DE SAN JUAN


Hace unos días estuve en casa de mi abuela Valeria con todos mis tios, hacía mucho que no me reunía con ellos. Fue la tarde del martes y compraron pan dulce: acemas y mojicón; hicieron café con leche y pasamos la tarde hablando y recordando y como siempre riendo mucho. De niño, en las tardes en casa de mi abuela, hacíamos lo mismo, comer pan dulce de la panadería de Don Paco, un canario que tiene toda la vida en Mérida y café con leche. Yo que era niño tomaba leche de cartón, que así se dice en mi tierra la leche líquida que venden en cartones. Tenia fama yo de ser un gran tomador de leche, tanto que mi abuela me compraba un litro de leche de cartón para mí solo cuando iba a visitarla, y eso eran casi todas las tardes.

La merienda es una comida que se ha olvidado, ese compartir de algún dulce en las tardes era una bella costumbre. Los andinos adoramos los panes dulces, que se desarrollaron en los pueblos de antaño por la facilidad de conseguir buena harina de trigo "criolla" que llamamos, porque es hecha con el trigo que se siembra en estas tierras generosas y procesada por estos mismo rumbos. Panes como la acema, pan dulce de harina gruesa con bastante afrecho o harina de segundo cedazo que dicen, están aliñadas con leche, huevos, malta, miel de panela, especias, y otras cosas más; es una verdadera delicia a la que los andinos somos muy afectos. El pan mojicón más delicado y tratado con sobadora, es dulce y de una textuta que es indescriptible; o el pan piñita o pan azucarado que todos conocen y que tanto gusta a los niños. Estos son ejemplos de los ricos panes de mi tierra andina.

El pan se acompaña con leche fría para los niños y con café con leche o chocolate caliente al que se le añeden trozos de queso, mejor si el queso es ahumado. Costumbre ésta que resulta extraña a los foráneos pero que a los propios de estas tierras es común y gusta mucho. También se acompaña el pan con aguamiel, que es guarapo caliente de miel de papelón o panela, dulce bebida que energiza y da calor en las tardes frías. A esta bebida se le puede añadir alguna especia como clavito o guayabita, para aromatizarla, incluso entran en la preparación algunas ramas, (hierbas silvestres medicinales) y puedo añadirsele algún piquete, como un chorrito de miche, que es un aguardiente de caña de azúcar que es transparente y suele ser hinojado.

Aún en estos días que hemos extrañado la leche, la harina de trigo ha aumentado, dicen que por la crisis mundial; el azúcar va y viene, aún en estos tiempos extraños; en las panaderías andinas seguimos encontrando delicias que añoramos en las tardes frías, en la lejanía a estas tierras o cuando ya el médico no nos permite estos gustos.

Así, esa tarde bella con mis tios y mi abuela, tomamos café con leche, mojamos el pan dulce en él, hablamos y nos reímos y yo recordé esa canción infantil que me cantaba mi abuela, mientras me mecía en sus piernas que dice:
Serrana, serrana, los maderos de San Juan...
Los chiquitos, beben leche...
Y los grande comen pan...
Chiquiti, chiqiti, chiquiti, channn...

Mientras hacía este chiquiti me agitaba con fuerza cosa que me hacía reir mucho, qesto lo repitio con todos sus nietos. Que buenos recuerdos de pan dulce y nanas, que dulces panes acompañado con la picardía de mis tíos, que parecen pollitos bajo las alitas de mi abuela. Todos volvemos a ser niños cuando comemos pan dulce con café, en la sala querida de Valeria.

Los maderos de san juan
¡Aserrín!
¡Aserrán!
Los maderos de San Juan,
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque,
los de Rique
alfeñique
¡Los de Triqui, triqui, tran!
Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,
con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos agitados y trémulos están;
la Abuela se sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.
Los maderos de San Juan
piden queso, piden pan.
¡Triqui, triqui,
triqui, tran!
Esas arrugas hondas recuerdan una historia
de sufrimientos largos y silenciosa angustia
y sus cabellos, blancos, como la nieve, están.
De un gran dolor el sello marcó la frente mustia
y son sus ojos turbios espejos que empañaron
los años, y que, ha tiempos, las formas reflejaron
de cosas y seres que nunca volverán.
Los de Roque, alfandoque
¡Triqui, triqui, triqui, tran!
Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda,
lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra,
donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están,
del nieto a la memoria, con grave son que encierra
todo el poema triste de la remota infancia,
cruzando por las sombras del tiempo y la distancia,
¡de aquella voz querida las notas vibrarán!
Los de Rique, alfeñique
¡Triqui, triqui, triqui, tran!
Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela
con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos conmovidos y trémulos están;
la Abuela se sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.
¡Aserrín!
¡Aserrán!
Los maderos de San Juan
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque
los de Rique
alfeñique
¡Triqui, triqui, triqui, tran!
¡Triqui, triqui, triqui, tran!
José Asunción Silva


LOS MADEROS DE SAN JUAN

Tradición oral

*Se coloca al niño a caballo sobre las piernas y tomándolo de los brazos, se balancea de atrás a delante, cantando.

Aserrín, aserrán,
los maderos de San Juan
piden pan, no les dan,
piden queso y les arrancan
un pedazo de pescuezo.

Los maderos de San Juan
piden pan, no les dan,
piden queso, les dan un hueso,
y se les atora en el pescuezo
y se sientan a llorar
en la puerta del zagúan.
Riqui, riqui, riqui, trán.

Aserrín aserrán,
los maderos de San Juan
piden pan y no les dan
piden queso y les dan un hueso,
les asierran el pescuezo.
Riqui, riqui, riqui, trán.


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