Conocí al Conde cuando él estaba cumpliendo ochenta años, en su casa, una bella finquita con vista a la ciudad de Mérida. Bailó toda la noche y después de sacar a la pista todas las mujeres, cuando digo todas son todas. A las seis y media de la mañana cuando había bailado con todas, bromeado con todos, cantado a dúo con su hijo el bolero: "Nosotros, que nos quisimos tanto"... de rodillas en su mímica de el ruego del bolero. Cuando sólo quedaban los más parranderos y los que él no dejó irse por la hora, decidió buscar una gallina y hacer un suculento sancocho.
Vivió en Madrid en la época de la Venezuela Saudita, con su característico bigote a lo Salvador Dalí y una capa larga; su altura y particulares modales completaba el atuendo. Así emperifollado, visitaba el bar de Paco en la calle Povedilla. Allí, a cuenta de bolívar fuerte (de verdad) frente a la peseta, le pedía al gallego: "Paco, un chato para mi y uno para los muchachos..." Vasitos de vino para los habituales del lugar. Ellos preguntaban que quién era ese extraño hombre de bigotes erectos y capa larga, con ese donaire y generosidad de brindar incluso a quienes no conocía. A lo que respondía el hábil cantinero: Un Conde LatinoAmericano. De allí su apodo: el Conde de Povedilla, por el nombre de la calle donde estaba ubicado el bar. El cuento es que los hombres halagados le respondían el gesto a su vez con un chato. Por lo general tomaba más de lo que brindaba.
Un día en Madrid, el Conde cogió su carro y se fue a París. No hablaba ni papa de Francés, lo paró la policía llegando a París, cuanto se salvó. Le preguntaron en francés, inglés, portugués, alemán y finalmente en español que dónde era, a lo que respondió sin titubeo: de Guama. ¿Y dónde queda eso? Es un pequeño principado en medio de Venezuela. El Conde muy ocurrente.
Nos hicimos amigos y me invitó a su finca: Pénjamo, en el páramo de la Osa cercano a la Azulita. Allí, se develó como un consumado jugador de trompo, un excelente anfitrión y un cocinero estupendo. Preparó su famoso mojito guameño, para comer en el desayuno de ese domingo glorioso. Como buen chef, sólo dirigió, picamos los aliños entre los invitados, que día maravilloso.
Escribió un libro: Por los caminos de Guama, amó a su pueblo tanto, que sólo con sus cuentos le insuflaba al oyente unas ganas de conocer Guama. Guama, no es un principado en el centro de Venezuela, sino un bello pueblo en el Estado Yaracuy conocido como la Atenas de Yaracuy por la cantidad de profesionales que hay entre su población. Lamentablemente no pude ir con el Conde a conocer su feudo.
El año pasado, cuando visité a Cuchi y su equipo en el CIG de San Felipe, pedí ir a Guama y conocer ese pequeño principado donde nació este hombre genial: Manuel Sosa, el Conde de Povedilla, en sus calles recordé su espíritu y su alegría de vivir. Hoy quise hablar de él, cuando oí por casualidad el famoso bolero "Nosotros que nos quisimos tanto..." que por cierto no sé cómo se llama.
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