lunes, octubre 29, 2007

El último violín de Don Pancho Castillo


Foto: José Miguel Sanoja
Personajes en calle de San Fernando, 1952
Como muchos saben soy andino de pura cepa, la primera vez que fui al llano adentro me impresinó mucho, eso que narra Gallegos en su Doña Bárbara del cajón del Cunaviche y el mar de llanura que danza al viento, las cachapas achagüenses, la carne en vara, la sopa de curito a las orillas de río Apure en San Fernando. Todo un experiencia que nos hace sentir venezolanos y admirar a esos héroes que pelearon en las llanuras inhóspitas ante las condiciones adversas por la independencia del Venezuela.

Esto lo cuento porque mi amigo Francisco Castillo Serrano, Profesor de la Facultad de Farmacia de la Universidad de los Andes, nació y se crió en San Fernando en una familia de 14 hermanos, como buen llanero es un excelente echador de cuentos, el sábado a un grupo de amigos nos relató varias anécdotas de su infancia en San Fernado. Ese día habló largo y tendido de Don Pancho Castillo su padre quién era todo un personaje, cuando derrumbaron la vieja iglesia de San Fernando con la intención de levantar una Catedral moderna, Don Pancho, luego de pedir permiso a párroco, buscó con sus numerosos hijos varones un gran puerta de metal que iban a botar. Gigante, su esposa le preguntó que qué iba a hacer con esa lámina tan grande de metal? Don Pancho que era herrero le respondió que algo útil, así que con la ayuda de sus hijos le puso unas patas a la gran puerta y luego de otras adaptaciones la convirtió en una gran mesa donde podían comer 40 personas. Es de destacar que allí en esa mesa de una casa humilde, comió todo aquél que lo necesitó. Todo pedigüeño que se acercó a pedir a la puerta de los Castillo se le ofrecia pasar a comer bocao. Eso sí, nadie probaba ni una tajada de topocho verde hasta que Don Pancho Castillo se sentaba a la mesa.

Este episodio de la vida de los Castillo muestra la generosidad de Don Pancho y sobre la puerta de iglesia comieron muchos necesitados gracias a la generosidad de la familia Castillo y a la manera de la multiplicación de panes multiplicaban lo poco que tenían en mucho para muchos. Bello relato y verídico.

Cuenta es Francisco Castillo de su padre, cuenta además que siendo Don Pancho casi analfabeto y un tosco y forzudo herrero tocaba el violín maravillosamente, cómo un hombre rudo y de costumbres nada refinadas no sólo tocaba tan delicado instrumento sino que componía? No se sabe, pero estos relatos los cuenta mi amigo en su bellísimo libro: El último Violín, en honor a su padre y porque cuenta además que los violines por el contacto comercial vía fluvial del Apure al Caribe llegaban primero a San Fernando que a Caracas.

2 comentarios:

manuel allue dijo...

Precioso post, Antonio. Date cuenta: estoy tan lejos y en un momento me has sentado a "esa mesa" prodigiosa de don Pancho, te lo digo de verdad. Me ha gustado mucho en esta tarde otoñal tan vulgar, tan malherida.

Un abrazo.

Antonio Gámez dijo...

Mil Gracias Manuel,

Cierto a mi me impresionó la historia muchísimo, por eso la puse. Aprecio mucho tu comentario.

Un abrazo desde una tierra donde el otoño es sólo una expresión.