" No hay que dejar pasar un día sin trazar una línea."
Vincent Van Gogh
Café de Arles, café de noche, como cualquier café, lleno de siluetas que apenas son atisbos de humanidad. Afuera del café, sus mesas colindan con la calle, la invaden con sus rumores y aromas. Allí trabajan meseros de falsa alegría, concurren ciertos personajes, artistas de la vida, falsarios de la muerte, engañosos amores y otras sombras que no oso nombrar. En sus mesas conversan las pasiones y las ilusiones, en sus sillas reposan los que duermen, los que están muertos y piensan que viven. En su cocina sufren dos jóvenes señoras, entre el calor de los fogones y el frio de sus malquerencias, esto nos las influye mientras preparan los pedidos a toda velocidad.
Van Gogh inmortal se me aparece en las noches de café, donde frente a una copa de Malbec pienso en los cocineros, que como Vincent, buscan la gran nota amarilla y que quizás mueran sin ser conocidos, ¿qué plato podrá sobrevivirlos? ¿qué aromas perdurarán? Efímera es la cocina, cómo la vida.
Llega mi comida y el mesonero de sonrisa forzada me ofrece mas vino, Vincent se adentra en su Café, en el alma del hombre con trazo tosco; yo no cocino desde hace días.
1 comentario:
¡Muy bien!
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