lunes, marzo 17, 2008

DE POR QUÉ COCINA WENDOLY LÓPEZ


Una pastelera venezolana que admiro es Wendoly López, en Tocar fuego que hace una reseña de cada cocinero que allí en el libro escribió pusieron esto sobre wendoly que a su vez saqué del blog de Faitha Nahmens


Wendoly Lópes, el por qué del ponqué

Caraqueña de buen ver, la brillante estudiante de ingeniería de computación en la Simón Bolívar se asoma a la claraboya de la pastelería La Crocante, en la urbanización La Lagunita, y anuncia que quiere trabajar allí, y, claro, llenarse de harina, padecer el calor fatigoso de los hornos, amasar y, por añadidura, cargar los sacos de azúcar que sean necesarios. Risas.

Todos los empleados, puros hombres, pensaron que la niña, entonces desconocida, sería apenas una desocupada caprichosa y que acaso sería divertido verla aprender la lección. La contrataron de inmediato. Al mes, la historia era otra. Wendoly López, la chica que a los siete vendía chupetas de chocolate de su autoría, se había crecido tanto que la nombraban jefa y más: encargada de la sucursal por abrirse en el Cubo Negro de Caracas. “La pastelería siempre me gustó”, es obvio. Graduada después en Publicidad y contratada para ejercer un cargo importante en una empresa petrolera, por fin desistiría e iría al grano, acaso de trigo. “Tengo claro que el postgrado en Mercadeo queda suspendido hasta quién sabe… La cocina es mi vida, no habrá más interrupciones”.

Sous chef de Andreas y ahora mismo chef de pastelería de Sibaris, el proyecto más reciente de Sumito Estévez, la chica que bailara flamenco de manera profesional y dejara en el tintero la tentación de la tablas tiene no sólo clara la vocación por el oficio sino asumidas el perfil de los de la especialidad: “Un cocinero es alguien que puede improvisar aunque tenga un mapa de lo que está creando, un pastelero en cambio es un neurótico que mide todo con criterio milimétrico, o sea, un maniático… un loco”, ríe de buena gana. “Y es lo que soy, ja… por ejemplo, no permito que nadie use mis aperos de repostería en la cocina… y en casa, donde tuve por un tiempo un taller de pastelería de lo más artesanal, siempre guardé todo aparte… es que si cortas pescado con el cuchillo con que rebanas un pastel, aunque lo hayas lavado mil veces, queda un regusto en el fondo desagradable”, explica. Meticulosa en extremo como sus pares, ha sido, no obstante, original e innovadora en el quehacer. Cuando vendía pasteles para banquetes y tortas para bodas embelesó a las novias y sorprendió a las abuelas con aquellas tortas no puras ni blancas, ni cubiertas con el empalagoso pastillaje de rigor, sino las de chocolate que puso de moda y endulzaron muchos matrimonios. “Sí, rompí el molde”, se jacta quien no sólo reinventó la apariencia de los pasteles sino que se ufana además de ser capaz de deconstruir sus contenidos. “No es inmodestia pero la mayoría de los pasteleros ha llegado al oficio aprendiendo al dedillo las recetas, pero desconciendo qué hacer cuando les falta mantequilla; resulta que la cocina exige orden pero también comprensión, saber por qué esto va bien con esto otro o qué podría sustituirlo, repito, los pasteleros somos precisos pero me niego a actuar como robot, a repetir los trucos de manera mecánica”.

Fanática insatisfecha del cine y el mar –“trabajo todos los días de sol a sol, y no el de la playa precisamente”- Wendoly López se las apaña para cuidar al futuro chef que tiene en casa: “Creo que es lo que será mi hijo”. Profesora de pastelería en el centro comercial San Ignacio e instructora en el Instituto Culinario de Caracas, por añadidura, se mantiene afanada –y delgada contra todo pronóstico- no por workaholic sino por enamoramiento. “Este trabajo es duro…Duro y desafiante… El comensal está afuera esperando y tú tienes el tiempo contado para hacer las cosas perfectas, esto es, que quedes satisfecho tú y que logres satisfacerlo a él… Sí, es como el cierre en una redacción, sólo que si tú publicas el error yo se los hago probar. Por eso casi no duermo”.

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