El sonido de aceite muy caliente borboteando que cocina en su furiosa efervescencia unas empanadas mientras ansiosos comensales preguntan: ¿si falta mucho pa´salir las otras? es una imagen que se repite en cualquier rincón de Venezuela.
En opinión de un amigo, que se define a sí mismo como un: Empanadólogo, la masa de la empanada es solo la excusa para degustar un buen guiso, por tanto no debe ser muy gruesa y por donde quiera que se muerda la empanada debe conseguirse relleno; en cuanto a la disyuntiva entre crocantes o suaves, “queda a gusto de cada comensal” nos dice el experto.
Las posibilidades de rellenos son infinitas: clásicas empanaditas de queso, carne o pollo; marineras e infaltables de cazón, calamares o mejillón; extravagantes de chicharrón o mollejas; juguetonas como las de dominó; grandiosas como las de pabellón; sofisticadas como las de strogonoff de lomito; extranjeras como la gallega o la chilena, empanadas operadas (en Valencia se puede pedir una empanada de carne mechada y que la operen con queso, el vendedor le abre una incisión a la empanada ya frita y le añade queso amarillo); pueden ser fritas u horneadas, frías o calientísimas; crocantes, grandes y generosas como las orientales o aguadas y con relleno pichirriao como las andinas.
Se pueden comer con picante, mojitos de lo más diversos, mayonesa, picadillo, salsa de tomate o tártara.Según el experto: “la empanada en sí misma es toda una cultura. Y un entendido en el tema debe saber donde venden las mejores en cada ciudad donde se está”.
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