Domingo, 30 de Julio de 2006
Yo nací en los Andes y eso te marca de una manera muy especial, al estar rodeado de montañas te acostumbras como a un corral gigantesco, misterioso y lleno de magia, así que la primera vez que fui llano adentro me impresionó mucho. Esa mar de llanura verde te remueve como los cimientos del alma y te sientes desprotegido sin tus montañas, te da como una ansiedad, así me enfrente la primera vez con las llanuras de Apure, ese cajón del Cunaviche que describe con tanta belleza Gallegos en Doña Bárbara. En Achaguas el pueblo que fue el cuartel general de os Bravos llaneros de Páez, el pueblo del Nazareno milagroso nos recibió como a unos hijos que regresan después de mucho tiempo. Allí en casa de una familia amiga comimos cochinito horneado con hierbas y cachapas achagüenses, grandiosas, grandísimas y muy sabrosas. Allí dormimos, compramos queso criollo suave, fresco y delicioso. Un mañana nos encontramos a un Llanero pintoresco que vendía arepitas al que le decían Chucho, probamos sus arepas de pollito esmechado y guisadito con una salsa muy criolla y tomamos agua e´panela. Hablando con él sobre la comida típica nos dijo:” Hay que ser embraguetao pa´ entucase dos cachapas achagüenses con ñema e´ Babo.” Nos explicó que al ser tan grandes las cachapas y los huevos de Babo tan nutritivos es difícil que alguien se coma dos en una sentada.
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