lunes, septiembre 11, 2006

Los Bocadillos de Don Tulio Febres Cordero


Don Tulio Febres Cordero el patriarca de las letras merideñas fue tan polifacético como trabajador, entre las muchas cosas que hizo sabemos que redactó, editó, corrigió, compuso, imprimió, dobló y hasta distribuyó un periódico llamado: El Lápiz desde 1885 y por once años. EL LAPIZ datos curiosos, apuntes de cartera, misceláneas decía su encabezado y mostraba la siguiente advertencia: “El Lápiz sale de cuando en cuando, cada número vale un cuartillo y se vende al pregón.” Revisando sus páginas no solo puede uno comprobar la erudición de Don Tulio, sino que también su inquietud intelectual y incluso del ánimo. En las páginas de la edición del 15 de enero de 1890 encontré este artículo sobre las conservas de guayaba que les copio a continuación.
El bocadillo de Mérida
Risa nos da leer en periódicos de fuera avisos en que se ofrece en venta el famoso bocadillo de Mérida, como acabadito de llegar. ¡Si se supiera que aquí mismo en Mérida damos un ojo de la cara por un bocadillo legítimo! El bocadillo bueno, el que ha llenado a la República con su fama, apenas se produce, es raro como todo lo bueno. Esta industria es muy secundaria. Hácenlo en algunas casas de familia casi siempre para satisfacer encargos especiales. No hay, pues, fabricas conocidas ni plantaciones de guayaba propiamente dichas. El bocadillo se hace, se seca al sol, se vende y hasta se come, todo como en secreto. Cruzadas las puntas del pañoloncito sobre el pecho y encendidas las mejillas, esguaza el río la zagala de los campos vecino, rezagadas las faldas de holandilla azul, trayendo el las espaldas el cataure, henchido de guayabas, que han sido recogidas aquí y allá, por los potreros y las selvas ó dentro de los huertos cercados de empalizada. Como una flecha llega la campesina con su olorosa carga a las casas de la merchantía , donde ha de quedar listo, al cabo de algunos días y muy en pequeño, el famoso bocadillo. Pues bien, aquella conserva, exquisita de un color rosado encendido, bella a la vista como si estuviera preparada con rubíes y brillantes disueltos en miel más rica y sabrosa que la del Himeto, aquel manjar deleitoso que solo se desase sobre la lengua, obligando al dichoso mortal que lo paladea a hacer castañetas con los labios de puro gusto; ese néctar en pasta sufre agravio viéndose suplantado en el comercio por una conserva tiesa y rejuda que fatiga las mandíbulas y causa a las veces soberbios las timones de las muelas picadas. Este bocadillo no se exporta, propiamente hablando, como el de membrillo que se envasa en cajitas de madera, sino que suele salir, en el fondo de algún baúl y bajo llave, a lejanas tierras, para que sepan los que prueban que al pié de la Sierra Nevada podrían comer los dioses, sin que echasen de menos ni el néctar, ni la ambrosia, ni ninguno de esos fantásticos menjurjes con que pretenden los poetas que se nos haga un agua la boca. Alerta, pues, consumidores de otros lugares, no sea que os pase con el bocadillo de Mérida, lo que aquí mismo nos sucede con el que suelen vender por tal, que tiene tanto de legítimo como de cristiano el gran Turco.
Don Tulio Febres Cordero. El Lápiz. 1890

1 comentario:

Maria A. Brito dijo...

Saludos Cordiales de Maria A. Brito!
Quisiera invitarlos a mi espacio dedicado a la historia y cocina venezolana:
http://lacasitademaribri.blogspot.com/
Queria informarles que he tomado un trozo de la informacion de su excelente articulo, para algo que he escrito sobre los bocadillos de guayaba y por supuesto alli dejo la referencia de su link en mi espacio.
Este articulo ya habia sido hace un tiempo publicado para el espacio de la Corporacion Gastronomica de Los Andes Fogones de Venezuela, y la referencia de la fuente alli no fue colocada por lo que pido mis disculpas.
Gracias por su valiosa informacion,
Maribri.